“Quiero que los vinos me digan la verdad”

Desde Nueva York, la periodista Alice Feiring defiende los vinos naturales, es decir, con mínima intervención de la mano del hombre, un movimiento que ha sacudido por completo la industria vitivinícola en los últimos años, y que busca diferenciarse de los métodos industriales convencionales

Ella misma se presenta como una buscadora de los Leon Trotsky, los Philip Roth, los Geoffrey Chaucer y las Edith Wharton del mundo del vino. “Los quiero naturales y, sobre todo, quiero que digan la verdad”. Lo que quiere encontrar la reconocida periodista enológica Alice Feiring son aquellos vinos que se presenten distintos en cada cosecha y que tengan una mínima intervención de la mano del hombre. Su bandera lleva la promesa de “dejar a un lado los vinos comerciales, que son todos iguales, para celebrar los matices de aquellos vinos que nos hagan pensar, reír y sentir”.

Desde Nueva York, es la voz que lidera el movimiento de vinos naturales y quien se opone fervientemente a los puntajes y a las modas del vino. Algo que deja bien claro desde el título de algunos de sus siete libros, como La batalla por el vino y el amor; Cómo salvé al mundo de la parkerización, El vino al desnudo, o Vinos naturales para la gente, su última obra. Además es la creadora de The Feiring Line, el primer boletín informativo independiente de vinos naturales del mundo.

¿Qué son exactamente los vinos naturales?

No hay ninguna certificación al respecto, pero son una categoría emergente en el mundo del vino, que cada vez cuenta más adeptos. Es un estilo de vinos que cuenta con una elaboración que se centra en una intervención mínima, sin el agregado de aditivos y bajo métodos de cultivo orgánicos y biodinámicos. Pero sobre todo, lo que nuclea a los adeptos es su filosofía respecto al medio ambiente.

Son vinos orgánicos o biodinámicos realizados sin agregados, sin quitarle nada de los que les da su terroir, su lugar de origen. Para la especialista, además, los ideal es que estén sin filtrar, que se presenten en la botella tan desnudos como nacieron. Los vinos naturales son un movimiento que ha sacudido por completo la industria del vino en los últimos años.

¿Cómo te das cuenta si un vino es natural o no?

La única manera de saberlo es al degustarlo, porque no hay nada en la etiqueta que diga algo en lo que vos puedas confiar. Básicamente, hay que probarlos. Algunas veces no es tan fácil, y lo mejor es conocer a los productores del vino para poder confiar en lo que están haciendo.

¿Dónde y cómo nacieron los vinos naturales?

En mi primer libro, que lo escribí en 2008, nunca usé la palabra naturales. Creo que oficialmente la gente empezó a usar el término vinos naturales en 2012. Porque ya había bastantes y empezaron a hacerse conocer en el mercado del vino. La gente empezó a buscar más opciones de vinos naturales y probaba las distintas opciones para darse cuenta. La realidad es que aún hoy, no hay nada oficialmente definido en las leyes del vino mundial acerca de los vinos naturales. Es solo una denominación con la que la gente empezó a llamar a este estilo de vinos.

¿Los naturales tienen gamas de vinos como los comerciales?

Solo porque sea natural no significa que sea bueno. Los vinos naturales empezaron siendo vinos con menos concentración, en contraposición a los vinos que en su momento lograban los mayores puntajes de la crítica. Esos vinos, puntuados por críticos como Robert Parker -o parkerizados-, se caracterizaban por ser muy estructurados y concentrados. Pero para hacer vinos naturales, el winemaker debe tener talento y hay un gran abanico de texturas, sabores. Pero la realidad es que hay algunos terribles y otros deliciosos.

¿Los precios de los naturales van por la categoría o por si son buenos o no?

Es igual que con los buenos vinos. Hay muchos vinos naturales que puedo elegir en Estados Unidos, por ejemplo, que van desde los 12 dólares. En Francia son más baratos, porque al no depender de ninguna nomeclatura oficial pueden venderlos a menor precio que los vinos con denominación de origen. En Italia son un poco más caros.

¿Estos vinos pueden ser de cualquier tipo de uva?

Tintos, blancos, rosados, naranjas, en contacto con el hollejo, lo que sea. Hay también muchos vinos espumantes elaborados con métodos ancestrales y hay algunos productores naturales en Champagne. Porque la burbuja no necesita realmente sulfuro, ya que eso es básicamente una protección. Hay mucha gente en España haciendo naturales también.

¿Por qué estos vinos son tan consumidos por los millennials?

Por muchas razones. Primero, porque los sabores pueden ser más salvajes y, por ende, más divertidos, ya que cuando abrís la botella no sabés con qué te vas a encontrar, y eso genera distintas experiencias, eso es lo que busca esta generación. En segundo lugar, son mucho más accesibles en precio y no necesitan tanta ceremonia como los vinos tradicionales.

Además, las catas donde se prueban vinos naturales son muy divertidas y se parecen mucho más a una fiesta que a una degustación. También, porque los millennials realmente piensan seriamente que la agricultura orgánica es muy importante. Por otro lado, cada vino tiene una historia diferente que seduce. Cada uno tiene un relato distinto, el origen del productor, su manera de pensar respecto del vino, que se ocupa personalmente del suelo, de la manera y el estilo como hace su vino. Así es que el consumidor millennial no compra marca, sino todo ese paquete de historias, experiencias e información. Creo que la gran diferencia es esa: es un vino y no una marca.

¿Se les puede poner puntajes a los vinos naturales, como a los comerciales?

No creo que se deba regir por los mismos atributos con los que se califica a los otros vinos. Por eso es que ideé mi propia escala. Una escala que se guía más por lo emocional y la experiencia que te aporta al beberlo. Si un vino tiene alguna de estas características, es una belleza.

En la tabla de Feiring, el primer casillero es el del impacto emocional, en donde se refiere a si el vino te produce alguna reacción, positiva o negativa: “Si te hace sonreir, si te intriga, si podés escucharlo; si tiene vida, si evoluciona en la botella; si tiene balance, es decir, si todas las piezas funcionan entre sí. O si algo chilla agresivamente, si es demasiado ácido y tapa la fruta. La idea es encontrar algo armónico que se sienta en paz consigo mismo. Luego, sigue algo básico, su digestibilidad, o sea, querés tomarlo o no. ¿Se siente bien? ¿El vino se siente saludable?”.

¿Qué hay que buscar en el sabor de un vino natural?

Cualquier vino puede tener a la fruta como protagonista, pero la idea en los naturales es encontrar cierto elemento herbario, amargo o terroso que fundamente el sabor y lleve el vino a un nivel superior. Es un vino que no debe llevar maquillaje ni esconderse detrás de una técnica del enólogo o de la madera de una barrica. Un natural debe tener fundamentalmente un sentido de pertenencia que te lleve a descubrir el lugar en donde fue elaborado.

En uno de tus libros proponés que el suelo es lo que define a estos vinos y no sus notas de cata.

Hay una manera de evaluar el vino que va más allá del gusto. La comprensión de los tipos de suelo puede señalar líneas transversales en vinos de partes muy diferentes del mundo. Creo que el suelo realmente trasciende una uva, ya que puede ofrecer características típicas de acidez o estructura, sin importar la región. Caliza, por ejemplo, está asociada a la elegancia. La piedra caliza es algo que primero se siente en la punta de la lengua y muestra un largo final con una estructura lineal.

¿Qué porcentaje representa el mercado del vino natural. ¿Hay perspectivas de formalizar la nomenclatura?

Se supone que representa aproximadamente el 2% del mercado mundial, pero no hay una investigación exhaustiva al respecto. Francia está considerando una lista de ingredientes y varias organizaciones independientes están trabajando en las definiciones, pero no veo que esto suceda en mucho tiempo.

¿Podés mencionar dos o tres cambios clave que han ocurrido desde el comienzo de los productos naturales ?

El impacto en el mundo del vino comercial ha sido enorme, como la aceptación de un cuarto color de vino, el naranja, un vino que tiene su origen natural en los primeros vinos de Occidente, donde se dejaba las uvas en ánforas debajo de la tierra para que fermentara naturalmente la uva blanca con su ollejo, lo que generaba el color anaranjado. El éxito de los naturales marcó en el mercado tradicional un retroceso en el uso de las barricas de roble nuevo, así como en la exploración de diferentes tipos de recipientes de envejecimiento y fermentación. También hay un renacimiento en el uso del fermento de levadura nativa, algo que se utiliza en la viticultura orgánica y biodinámica.

¿Cuál es la idea vectora de tu reciente libro Vinos naturales para la gente?

Me di cuenta de que hay muchísima confusión acerca de qué es el vino natural, y también lamentablemente circula mucha información errónea. Por eso, entendí que realmente se necesitaba un libro pequeño y conciso que pudiera brindar un repaso del tema a los consumidores más experimentados, así como explicar las bases de lo natural a los nuevos en este mundo. Una guía básica para comenzar a aprender y disfrutar.

¿Qué vinos naturales argentinos probaste?

Hay tres que son una delicia. Cara Sur, el proyecto sanjuanino de El Barreal, en el Valle de Calingasta, de los cuatro amigos Sebastián Zuccardi, Francisco Bugallo, Marcela Manini y Nuria Añó Gargiulo; Pintom, de Gabriel Dvoskin, producido en un viñedo ciento por ciento orgánico certificado de la zona El Cepillo, en Valle de Uco, Mendoza, y La Marchigiana, de Catena Zapata, un vino natural de uva nativa criolla fermentada en qvevris, antiguas tinajas de barro en las que se elaboró históricamente el vino en Georgia.

La Nación. 19/01/2020

2020-06-02T13:16:22-03:00