Vinos con Soda: Como prófugos en la nave

 

No seas tan cruel,
No busques más pretextos,
No seas tan cruel,
Siempre seremos prófugos.
Gabriel
Marinelli

Prófugos. Siempre seremos prófugos. Detrás de cada historia de amor hay un idilio. Una ilusión. Desvíos, cruces, puentes y enigmas. Deseo y poesía. Alfa y Omega. Principios y finales. Pero por encima de todo, hay una ilusión. La ilusión de escapar de lo superficial y conocido, desafiando al tiempo y superando toda adversidad.

Prófugos es una visión de amor de un apocalipsis sin tiempo, entre la pasión desenfrenada y la oscura desesperación de una noche larga. Una canción de tensiones y texturas. Un blues eléctrico que es dark rock. Un delirio de condenados.

Y fue como un efecto residual. A raíz de otras publicaciones que estuve leyendo en el último tiempo, recordé que hace unos años, pocos en realidad, tuve la suerte de probar por primera vez el vino de Gabriel DvoskinY La Nave Va, un tinto 100% Malbec proveniente de El Cepillo, esa zona emplazada en el extremo sur del Valle de Uco, de la que salen varios vinos espectaculares.

Un caso de espíritu emprendedor, de desafíos, de cambios, de lugares no comunes. Nacido de una ilusión.

Y la nave va

Y La Nave Va

Claramente no se puede decir que es un Malbec típico. “La Nave” es un proyecto de la modernidad (lejos de la belle epoque del vino), de una viña joven, de suelo calcáreo, de preeminente búsqueda de la pureza y la expresión del terroir. Y, paradójicamente para mí, que me reconozco un respetuoso fan de un estilo de vinificación más tradicional (la monada dirá un estilo más maduro y/o goloso, o tal vez “team maderita”), este vino me conmovió.

Y si de vinos hablamos, yo siempre tomaré el desvío. Porque de eso se trata, no buscar las cualidades típicas sino, en cambio, dejarse sorprender. La personalidad del Malbec sumada al entorno deviene en un vino sutil pero vibrante. Un poder frutal que transforma la boca dejando a su paso algunos trazos herbales, frescura genuina y taninos que avanzan de menor a mayor para volverse un jugo nítido e inolvidable.

No destacan los florales, no hay violeta, pero hay carácter y sutilezas. Mi sensación es que ha ido ganando eso que llamamos elegancia a través de sus (pocas) añadas. No lo voy a asegurar, pero sí pareciera que La Nave arranca su viaje.

El Cepillo tal vez sea una de las zonas que más me viene gustando en el territorio argentino. Pero que te lo diga yo no alcanza, hay que buscar y probar.

Mis ojos nunca mentirán

Que el vino nos conmueve no quedan dudas a esta altura de la soirée. Creo que ninguno de nosotros se atrevería a desafiarlo. Solo los que estamos un poco más locos buscamos la forma de ver más allá. Ser manija no es un cliché, es una forma de vida.

Después de probar un vino hay aún un punto más alto, al menos para mí, en toda ceremonia de un enófilo de ley. Es el momento de conocer el proyecto, la viña, los hacedores de ese líquido sagrado llamado sencillamente vino. Ver con mis propios ojos el lugar, el entorno. Conocer la historia detrás de cada botella es un sorbo de alquimia adicional, la gota que termina de convertir el líquido en una poción mágica pero palpable.

Soy de los que creemos que conocer a la persona atrás del vino nos cambia la percepción para siempre. El vino es el vino, pero la historia cuenta. Y particularmente me gusta conocer todo eso, imaginando la simpleza de cada paso del proceso para aumentar la complejidad del disfrute. Y reivindicar a la persona. Al fin y al cabo, el único realista de verdad es el visionario, nosotros preferimos seguir soñando.

Siempre Seremos

Infinitos descorches. Una frase. Un amor para toda la vida. Siempre seremos.

No seas tan cruel, no busques más pretextos… Y La Nave Va es un Malbec del frío. No se trata sólo de la altura sobre el nivel de mar, el clima en ese punto particular de la viña es frío. Contaba Gabriel Dvoskin que exactamente por las coordenadas del viñedo pasa una corriente fría que le otorga características muy particulares a la zona y a la uva, más allá de las inclemencias esperables.

No tenemos donde ir, somos como un área devastada, dice la canción. Pero acá nadie se rinde, reza también ese cartel en el medio del viñedo dónde se hace este vino. Y no hay forma de desalentarse. No hay adversidad cuando hay ilusiones y este proyecto lo sublima dentro de una botella.

Una botella, no. Pocas botellas. Sí. Y La Nave Va es un vino destinado a ser de culto como la obra de Fellini.

¿Religiones sin motivo?

No. La fe no tiene signo. Nuestra religión es el vino. Y el Malbec es de todos. Solo basta con descorchar una botella. Un principio y un final, pero cerquita uno del otro. O como diría el maestro Fellini, “no hay un final. No existe un principio. Solamente existe una infinita pasión por la vida”. E indudablemente por el vino.

2019-12-12T18:03:34-03:00